Comentario diario

Lunes II de pascua

La unión hace la fuerza. El arma poderosa de la oración hecha en comunidad, unidos con un mismo deseo y propósito, nos lleva a ser mejores instrumentos para que la semilla de la Palabra sea predicada con mayor fuerza y eficacia. Estos días, la gran familia de la Iglesia eleva oraciones por el papa Francisco; sólo unos pocos han podido asistir a la despedida, pero en la comunión de los santos, hemos estado absolutamente todos. Cosas de la gracia divina que nos une a todos en el Cuerpo místico de Cristo.

La Iglesia ha de sembrar siempre su palabra in nomine Domini, en el nombre del Señor. Así le oral a Dios los primeros cristianos: «Concede a tus siervos predicar tu palabra con toda valentía; extiende tu mano para que se realicen curaciones, signos y prodigios por el nombre de tu santo siervo Jesús». La conclusión de esa oración comunitaria es apoteósica: «Al terminar la oración, tembló el lugar donde estaban reunidos; los llenó a todos el Espíritu Santo, y predicaban con valentía la palabra de Dios«.

Cristo ha querido contar con su Iglesia para la propagación del Evangelio. La tarea de la evangelización requiere por nuestra parte una fe firme en que el fruto lo da el Señor cuando quiere y como quiere. Si ponemos demasiado el énfasis en las estadísticas, corremos el riesgo de caer en una visión sociológica o, peor aún, empresarial. Todos los años, la Iglesia publica en Anuario Pontificio, donde puede encontrarse la actividad realizada en el mundo entero: números de bautizos, de bodas, de diócesis, de obispos, de catequistas, etc., etc.

El sello de que vamos por el buen camino es que no nos dejamos alterar por las estadísticas, sino que oramos mucho para que se cumpla la voluntad del Señor en todo lo que hacemos y proyectamos: catequesis, encuentros, peregrinaciones, celebraciones, etc. Esto requiere haber nacido de nuevo, es decir, conocer cómo el Espíritu Santo es quien ha de llevar a término todas nuestras empresas, siendo también Él mismo su fuente.

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